En Internet aparecen diversos anuncios de Centros de rehabilitación ofertando tratamientos personalizados y especializados para las personas que buscan curación a sus adicciones. Es de suponer que dichos centros tienen permiso de funcionamiento y son supervisados de manera permanente por la autoridad correspondiente. Frente a ello existe la informalidad que dio como resultado la muerte de 27 internos en el albergue “Cristo es amor”, dicho lugar, había sido clausurado en dos oportunidades porque carecía de las condiciones necesarias para su funcionamiento, sin embargo, Raúl García Albornoz, dueño de dicho centro, lo reabrió, a pesar de no contar con las condiciones mínimas necesarias ni el espacio suficiente para atender a un promedio de 80 personas, ahora enfrentará cargos por delito de homicidio doloso. El dolor de los familiares de los fallecidos en el incendio, es grande, pues confiaron en que ese lugar era una alternativa frente a la adicción en la que habían caído sus seres queridos y no fue así
Este desastre demuestra el lado oscuro de algunos centros de rehabilitación en nuestro país que debido a la falta de supervisión adecuada de las autoridades competentes no prestan las garantías necesarias para ser un verdadero centro de rehabilitación, con profesional calificado que atienda las necesidades de acompañamiento en cada paciente, con la infraestructura adecuada y un plan de evacuación en casos de urgencia, pues , en el caso de “Cristo es amor, el comandante del cuerpo de bomberos manifestó que las víctimas, pesar de las quemaduras, no fallecieron por este motivo sino por asfixia.
Lo ocurrido debe iniciar el estado de alerta de las autoridades competentes para ejercer mayor control en este tipo de instituciones de rehabilitación y reforzar acciones coordinadas, pues resulta sorprendente lo que el Municipio de San Juan de Lurigancho, en conferencia de Prensa dio a conocer acerca de la existencia de más de cien comunidades terapéuticas de las cuales sólo siete son formales.
. Esta desgracia nos lleva a pensar en el compromiso que tiene el Estado para reforzar la aplicación de políticas innovadoras de prevención, y de reinserción social con aquellas personas excluidas de un trabajo, del estudio, de una vida digna. Se necesita también una sociedad comprometida con una educación de valores espirituales auténticos, como soporte principal para evitar seguir degenerándonos como seres humanos. Con este sueño hecho realidad, no tendríamos la necesidad de los centros de rehabilitación.
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