martes, 31 de enero de 2012

INCENDIO EN “CRISTO ES AMOR”

En Internet aparecen diversos anuncios de Centros de rehabilitación ofertando tratamientos personalizados y especializados para las personas que buscan  curación a sus adicciones. Es de suponer que dichos  centros tienen permiso de funcionamiento y son supervisados de manera permanente por la autoridad  correspondiente. Frente a ello existe la informalidad  que dio como resultado la muerte de 27  internos en el albergue “Cristo es amor”, dicho lugar, había sido clausurado en dos oportunidades porque carecía  de las condiciones necesarias para su funcionamiento, sin embargo,  Raúl García Albornoz, dueño de dicho centro, lo reabrió, a pesar de no contar con las condiciones mínimas necesarias ni el espacio suficiente para atender a  un promedio de 80 personas, ahora  enfrentará cargos por delito de homicidio doloso. El dolor de los familiares de los fallecidos en el incendio, es grande, pues  confiaron en  que ese lugar  era una alternativa  frente a la  adicción en la que habían caído sus seres queridos y no fue así
Este desastre demuestra el lado oscuro de  algunos centros de rehabilitación en nuestro país que debido a la  falta de supervisión adecuada de las autoridades competentes no prestan las garantías necesarias para ser un verdadero centro de rehabilitación, con profesional calificado que atienda las necesidades de acompañamiento en cada paciente, con la infraestructura adecuada y un plan de evacuación en casos de urgencia, pues , en el caso de “Cristo es amor, el comandante  del cuerpo de bomberos manifestó que las víctimas, pesar de las quemaduras,   no fallecieron por este motivo sino por  asfixia.
  Lo ocurrido debe iniciar el estado  de alerta de las autoridades competentes  para ejercer mayor control en este tipo de instituciones de rehabilitación y reforzar  acciones coordinadas, pues resulta sorprendente lo que el Municipio de  San Juan de Lurigancho, en conferencia de Prensa  dio a conocer acerca de la existencia de  más de cien  comunidades terapéuticas de las cuales sólo siete  son formales.
.  Esta desgracia nos lleva a pensar en  el compromiso que tiene el Estado para  reforzar la aplicación de  políticas innovadoras de prevención,    y de reinserción social  con aquellas personas excluidas  de un trabajo, del estudio, de una vida digna. Se necesita también una sociedad comprometida con una educación de valores  espirituales auténticos, como soporte principal para evitar seguir degenerándonos como seres humanos. Con este sueño hecho realidad, no tendríamos la necesidad de los  centros de rehabilitación.

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