Las denominaciones “adulto mayor” o “persona de la tercera edad” ambos son eufemismos para ennoblecer aquella edad en la que el ser humano llegó a la etapa de la vejez la misma que debe ser asumida con naturalidad, pues al margen de la edad cronológica, toda persona mientras continúe sintiéndose útil, con emprendimiento y sentido positivo de la vida puede hacer prevalecer sus facultades físicas y mentales, las que sin duda irán variando de acuerdo a la calidad de vida que mantiene. Sin embargo en nuestra sociedad se han ido afianzando mitos como el de “inhabilitado para el sector productivo” ”incapacitado para seguir aprendiendo” o “Ser viejo es sinónimo de enfermo”. Dichas aseveraciones no son justas, especialmente para aquellas personas que toda su vida han ejercido una actividad física o intelectual y que aún después de lograr una jubilación en el trabajo todavía tienen un potencial para continuar empleándose en cualquier campo.
Cabe destacar que en nuestra cultura andina se muestra un respeto hacia los ancianos porque se valora su experiencia. Esto viene desde el incanato, pues los hombres y mujeres mantenían su estado laboral adecuado a su condición física, hasta que al llegar a una edad muy avanzada el ayllu se encargaba de ampararlos. Esto no ocurre en la actualidad donde se han cambiado los valores y reforzado la idea de que los jóvenes están mejor capacitados para ejercer actividades en el trabajo. En nuestro país, bastaría ver la enorme difusión de ofertas de empleo que exigen un tope de edad, incluso más abajo del límite de lo que cronológicamente se considera a la adultez, para darnos cuenta de la discriminación que sufre una persona mayor.
En el Perú las personas de la tercera edad pertenecen a un sector con mayor crecimiento poblacional y las políticas del adulto mayor, deben centrase en mejorar su calidad de vida, además de valorar la participación activa de todos aquellos que pueden continuar sirviendo a la sociedad en cualquier ámbito.
En Cuba, por ejemplo, existe un considerable índice de personas que sobrepasa los cien años de edad, esto como reflejo de la calidad de vida y atención especializada que reciben los adultos mayores en ese país. Valdría trasladar esta experiencia a nuestro país.
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