El jueves 22 de marzo del presente año, el Consejo de Ministros aprobó el Proyecto de Ley que prohíbe el maltrato físico y psicológico a los menores de edad; por su parte, el Congreso de la República al día siguiente, el viernes 23, aprobó la modificación e incorporación al Capítulo V el título III del libro segundo del Código Penal.
De acuerdo con la modificación del artículo 105 del citado Código, se señala que quien maltrate física o psicológicamente a un menor de edad será reprimido con pena privativa de su libertad con no menor de dos ni mayor de cuatro años.
Por su parte, la Ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Ana Jara, declaró que “…el proyecto no pretende anular la posibilidad de los padres y madres de corregir y educar a sus hijos y, por el contrario, estimula la posibilidad de cumplir con esta obligación garantizando la protección de esta población en estado de vulnerabilidad.”
Lo cierto es que en el Perú, para un porcentaje significativo de padres o adultos, golpear a un niño es sinónimo de educarlo; tal vez desconociendo que el maltrato es una humillación que marca para toda la vida. Pero la secuela de tal maltrato es de ribetes lamentables, puesto que si un niño es golpeado y crece en un entorno de violencia, simplemente va a repetir la misma historia con su entorno familiar y social.
Pero parece que para los políticos peruanos, la panacea para los problemas son las leyes. Sin embargo, la realidad es otra. Está más que confirmado que las leyes y sus modificaciones no garantizan necesariamente la solución de los problemas, ni mucho menos ayudarán a la eliminación del maltrato infantil. Para erradicar de ese sector de la sociedad las falsas creencias como aquella de que el golpe corrige el mal comportamiento, mejora la conducta y forma a un niño para que sea obediente y bien educado, se debe proceder a educar a la población en torno a la formación de los pequeños, así como reajustar las políticas educacionales en ese sentido y comprometer al otro sector de la sociedad que cree en los menores de edad, cree que ellos son los hombres del mañana en quienes recaerá en el futuro el desarrollo del país y por tanto ahora merecen nuestra atención.
Querer hacer creer que emitiendo leyes sancionadoras se disminuirá el maltrato a los menores de edad, es como querer hacer creer que por modificar la ley de la gravedad los cuerpos dejarían de caer sobre la Tierra.
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