viernes, 30 de marzo de 2012

TRABAJO INFANTIL: UNA PROPUESTA PARA ERRADICARLO

El trabajo infantil es toda actividad excesiva que realiza un niño o niña y que no le permite desarrollarse  física, psicológica, social y moralmente en la sociedad, interfiere con la escolaridad ya que debe alternar su jornada educativa con trabajos pesados.
La OIT en 1992 creó el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y se  comprometió a invertir y eliminar este mal social que priva de sus derechos a miles de niños y niñas en el mundo, tarea que se encaminó junto con 88 países del mundo. Desde luego se trató de una excelente iniciativa.
Ya en el mundo de las cifras alarmantes, la UNICEF y la OIT señalan que en América Latina hay más de 17 millones de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años que están sometidos a condiciones de trabajos que maltratan su integridad, de los cuales el 70% desarrolla trabajos agrícolas.
Asimismo, en el planeta, hay 251 millones de niños que trabajan, de los cuales 115 millones están sometidos a trabajos que exponen al peligro de muerte, a la esclavitud, a la humillación y al maltrato físico y psicológico, considerados los peores trabajos que puede realizar un menor. Es por eso que la OIT se ha propuesto en el Plan de Acción Mundial al 2016 eliminar las peores formas de trabajo infantil como una prioridad urgente. Definitivamente, éste es un gran reto de la institución internacional, pero que a través de una cruzada en favor de los menores de edad, debe comprometer a gobiernos, instituciones y a todos quienes valoran la dignidad humana.
El trabajo infantil, con sus claros rasgos de explotación e ilegalidad, no sólo  es una afrenta a la dignidad de los menores de edad, sino que tiene su incidencia en la economía de un país, disminuye su competitividad y productividad. Pues si un país cuenta con niños, niñas y adolescentes pobres que por trabajar descuidan los estudios, en el futuro contará con adultos poco eficientes y perdería potenciales ingresos y mano de obra calificada para competir en el mercado global. Al parecer, eso no lo entienden los “empleadores” de este sector de personas vulnerables, ni tampoco muchos gobernantes que suelen ser indiferentes a tan grave flagelo.
Sin embargo, lo más preocupante es la exposición de los menores a redes de tráfico de personas, pornografía y prostitución. A pesar de los esfuerzos que vienen realizando la OIT, la UNICEF, las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales,  la Sociedad Civil y las Regiones, aún resulta insuficiente. A todas luces, falta más compromiso. Y como dijera el poeta, en este campo peliagudo “hay muchísimo que hacer”.

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